viernes, 30 de diciembre de 2011

Romances sobre el evangelio In principio erat Verbum, acerca de la Sanctíssima Trinidad

 Desde ahora trataremos de ubicar los versos de San Juan de la Cruz en el lenguaje castellano original de la época... Merece la pena...

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          I

En el principio morava
el Verbo y en Dios vivía
en quien su felicidad
infinita posseýa.
El mismo Verbo Dios era
que el principio se dezía
él morava en el principio
y principio no tenía.
Él era el mismo principio
por eso dél carecía
el Verbo se llama Hijo
que del principio nacía.
Ale siempre concevido
y siempre le concevía
dale siempre su sustancia
y siempre se la tenía.
Y assí la gloria del Hijo
es la que en el Padre avía
y toda su gloria el Padre
en el Hijo posseýa.
Como amado en el amante
uno en otro residía
y aquese amor que los une
en lo mismo convenía.
Con el uno y con el otro
en ygualdad y valía
tres personas y un Amado
entre todos tres avía,
Y un amor en todas ellas
un amante los hazía
y el amante es el amado
en que cada qual vivía.
Que el ser que los tres posseen
cada cual le posseýa
y cada qual de ellos ama
a la que este ser tenía.
Este ser es cada una
y éste solo las unía
en un inefable nudo
que dezirse no savía.
Por lo qual era infinito
el amor que los unía
porque un solo amor tres tienen
que su esencia se dezía
qu'el amor, quanto más une
tanto más amor hazía. 

De la comunicación de las tres Personas
            II

En aquel amor inmenso
que de los dos procedía
palabras de gran regalo
el Padre al Hijo dezía
de tan profundo deleite
que nadie las entendía
sólo el Hijo lo gozaba
que es a quien pertenecía.
Pero aquello que se entiende
desta manera dezía
—Nada me contenta, Hijo,
fuera de tu compañía.
Y si algo me contenta
en ti mismo lo quería
el que a ti más se parece
a mi más satisfazía.
Y el quen nada te semeja
en mí nada hallaría
en ti solo me e agradado
¡o vida de vida mía!.
Eres lumbre de mi lumbre
eres mi sabiduría
figura de mi substancia
en quien bien me complazía.
Al que a ti te amare Hijo
a mí mismo le daría
y el amor que yo te tengo
ésse mismo en él pondría
en razón de aver amado
a quien yo tanto quería. 

De la creación
            III

—Una esposa que te ame
mi Hijo darte quería
que por tu valor merezca
tener nuestra compañía
y comer pan a una mesa
del mismo que yo comía
porque conozca los bienes
que en tal Hijo yo tenía
y se congracie conmigo
de tu gracia y loçanía.
—Mucho lo agradezco Padre,
—el Hijo le respondía—
a la esposa que me dieres
yo mi claridad daría
para que por ella vea
quánto mi Padre valía
y cómo el ser que posseo
de su ser lo recevía.
Reclinarla e yo en mi braço
y en tu amor se abrasaría
y con eterno deleite
tu bondad sublimaría. 

Prosigue
            IV

—Hágase pues —dixo el Padre—,
que tu amor lo merecía.
Y en este dicho que dixo
el mundo criado avía.
Palacio para la esposa,
hecho en gran sabiduría
el qual en dos aposentos
alto y baxo dividía.
El baxo de differencias
infinitas componía
mas el alto hermoseava
de admirable pedrería.
Porque conozca la esposa
el Esposo que tenía
en el alto colocava
la angélica jerarchía
pero la natura humana
en el baxo la ponía
por ser en su compostura
algo de menor valía.
Y aunque el ser y los lugares
desta suerte los ponía
pero todos son un cuerpo
de la esposa que dezía:
Que el amor de un mismo Esposo
una esposa los hazía.
Los de arriva posseýan
al Esposo en alegría
los de abaxo en esperança
de fee que les infundía
diziéndoles que algún tiempo
él los engrandecería
y que aquella su baxeza
él se la levantaría
de manera que ninguno
ya la vituperaría
porque en todo semejante
él a ellos se haría
y se vendría con ellos
y con ellos moraría
y que Dios sería hombre
y que el hombre Dios sería
y trataría con ellos
comería y bebería
y que con ellos contino
él mismo se quedaría
hasta que se consumase
este siglo que corría
quando se gozaran juntos
en eterna melodía
porque él era la cabeça
de la esposa que tenía
a la qual todos los miembros
de los justos juntaría
que son cuerpo de la esposa,
a la qual él tomaría
en sus braços tiernamente
y allí su amor le daría
y que assí juntos en uno
al Padre la llevaría
donde del mismo deleite
que Dios goza gozaría
que como el Padre y el Hijo
y el que dellos procedía
el uno vive en el otro
assí la esposa sería
que dentro de Dios absorta
vida de Dios viviría.
 
Prosigue
            V

Con esta buena esperança
que de arriva les venía
el tedio de sus trabajos
más leve se les hazía
pero la esperança larga
y el deseo que crecía
de gozarse con su Esposo
contino les affligía.
Por lo qual con oraciones
con suspiros y agonía
con lágrimas y gemidos
le rogavan noche y día
que ya se determinase
a les dar su compañía.
Unos dezían: ¡O, si fuesse
en mi tiempo el alegría!
Otros: Acava Señor
al que as de embiar embía.
Otros: ¡O si ya rompieses
essos cielos y vería
con mis ojos que baxases
y mi llanto cessaría!
Regad nuves de lo alto
que la tierra lo pedía
y ábrase ya la tierra
que espinas nos produzía
y produzga aquella flor
con que ella florecería.
Otros dezían: ¡O dichoso
el que en tal tiempo sería
que merezca ber a Dios
con los ojos que tenía
y tratarle con sus manos
y andar en su compañía
y gozar de los misterios
que entonces ordenaría!
 
Prosigue
            VI

En aquestos y otros ruegos
gran tiempo pasado avía
pero en los postreros años
el fervor mucho crecía,
quando el viejo Simeón
en deseo se encendía
rogando a Dios que quisiese
dexalle ver este día.
Y assí el Espíritu Sancto
al buen viejo respondía
que le dava su palabra
que la muerte no vería
hasta que la vida viesse
que de arriva descendía
y que él en sus mismas manos
al mismo Dios tomaría
y le tendría en sus braços
y consigo abraçaría.
 
Prosigue la Encarnación
            VII

Ya que el tiempo era llegado
en que hazerse convenía
el rescate de la esposa
que en duro yugo servía
debaxo de aquella ley
que Moysés dado le avía
el Padre con amor tierno
desta manera dezía:
—Ya ves Hijo que a tu esposa
a tu ymagen hecho avía
y en lo que a ti se parece
contigo bien convenía
pero diffiere en la carne
que en tu simple ser no avía.
En los amores perfectos
esta ley se requería
que se haga semejante
el amante a quien quería
que la mayor semejança
más deleite contenía;
el qual sin duda en tu esposa
grandemente crecería
si te viere semejante
en la carne que tenía.
—Mi voluntad es la tuya
—el Hijo le respondía—
y la gloria que yo tengo
es tu voluntad ser mía
y a mí me conviene Padre
lo que tu Alteza dezía
porque por esta manera
tu vondad más se vería
veráse tu gran potencia
justicia y sabiduría
yrélo a dezir al mundo
y noticia le daría
de tu belleza y dulçura
y de tu soberanía
yré a buscar a mi esposa
y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos
en que tanto padecía
y porque ella vida tenga
yo por ella moriría
y sacándola del lago
a ti te la bolvería. 

Prosigue
            VIII

Entonçes llamó a un archángel
que Sant Gabriel se dezía
y embiólo a una donzella
que se llamava María
de cuyo consentimiento
el misterio se hazía
en el qual la Trinidad
de carne el Verbo vestía.
Y aunque tres hazen la obra
en el uno se hazía
y quedó el Verbo encarnado
en el bientre de María.
Y el que tiene sólo Padre
ya también madre tenía
aunque no como qualquiera
que de varón concevía
que de las entrañas de ella
él su carne recevía
por lo qual Hijo de Dios
y del hombre se dezía. 

Del Nacimiento
            IX

Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer avía
assí como desposado
de su tálamo salía,
abraçado con su esposa
que en sus braços la traýa
al qual la graciosa madre
en un pesebre ponía
entre unos animales
que a la sazón allí avía
los hombres dezían cantares
los ángeles melodía
festejando el desposorio
que entre tales dos avía
pero Dios en el pesebre
allí llorava y gimía
que eran joyas que la esposa
al desposorio traýa
y la madre estava en pasmo
de que tal trueque veýa
el llanto del hombre en Dios
y en el hombre el alegría
lo qual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Salmo 32

SALMO 32 (31)

Perdonaste mi falta y mi pecado

32:1 De David. Poema.

Acción de gracias por el perdón obtenido

¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado
y liberado de su falta!
32:2 ¡Feliz el hombre a quien el Señor
no le tiene en cuenta las culpas,
y en cuyo espíritu no hay doblez!
32:3 Mientras me quedé callado,
mis huesos se consumían
entre continuos lamentos,
32:4 porque de día y de noche
tu mano pesaba sobre mí;
mi savia se secaba por los ardores del verano. Pausa
32:5 Pero yo reconocí mi pecado,
no te escondí mi culpa,
pensando: "Confesaré mis faltas al Señor".
¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado!  Pausa
32:6 Por eso, que todos tus fieles te supliquen
en el momento de la angustia;
y cuando irrumpan las aguas caudalosas
no llegarán hasta ellos.
32:7 Tú eres mi refugio,
tú me libras de los peligros
y me colmas con la alegría de la salvación. Pausa 

Llamado a la reflexión

32:8 Yo te instruiré,
te enseñaré el camino que debes seguir;
con los ojos puestos en ti, seré tu consejero.
32:9 No sean irracionales como el caballo y la mula,
cuyo brío hay que contener con el bozal y el freno
para poder acercarse.
32:10 ¡Cuántos son los tormentos del malvado!
Pero el Señor cubrirá con su amor
al que confía en él.
32:11 ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos!
¡Canten jubilosos los rectos de corazón!

viernes, 23 de diciembre de 2011

Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe

Qué bien sé yo la fonte que mane y corre,
aunque es de noche.

 Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

 Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella tiene,
aunque es de noche.

 Sé que no puede ser cosa tan bella,
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.

 Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.

 Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

 Sé ser tan caudalosos sus corrientes.
que infiernos, cielos riegan y las gentes,
aunque es de noche.

 El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.

 El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.

 Aquesta eterna fonte está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

 Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.

 Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche. 


San Juan de la Cruz

lunes, 19 de diciembre de 2011

Salmo 31

SALMO 31 (30)

En tus manos encomiendo mi espíritu

31:1 Del maestro de coro. Salmo de David. 

Súplica inicial

31:2 Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
31:3 inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
un baluarte donde me encuentre a salvo,
31:4 porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
31:5 Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
31:6 Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
31:7 Yo detesto a los que veneran ídolos vanos
y confío en el Señor.
31:8 ¡Tu amor será mi gozo y mi alegría!
Cuando tú viste mi aflicción
y supiste que mi vida peligraba,
31:9 no me entregaste al poder del enemigo,
me pusiste en un lugar espacioso. 

Descripción de los peligros

31:10 Ten piedad de mí, Señor,
porque estoy angustiado:
mis ojos, mi garganta y mis entrañas
están extenuados de dolor.
31:11 Mi vida se consume de tristeza,
mis años, entre gemidos;
mis fuerzas decaen por la aflicción
y mis huesos están extenuados.
31:12 Soy la burla de todos mis enemigos
y la irrisión de mis propios vecinos;
para mis amigos soy motivo de espanto,
los que me ven por la calle huyen de mí.
31:13 Como un muerto, he caído en el olvido,
me he convertido en una cosa inútil.
31:14 Oigo los rumores de la gente
y amenazas por todas partes,
mientras se confabulan contra mí
y traman quitarme la vida. 

Expresión de confianza

31:15 Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: "Tú eres mi Dios,
31:16 mi destino está en tus manos".
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
31:17 Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia;
31:18 Señor, que no me avergüence
de haberte invocado.
Que se avergüencen los malvados
y bajen mudos al Abismo;
31:19 que enmudezcan los labios mentirosos,
los que profieren insolencias contra el justo
con soberbia y menosprecio. 

Acción de gracias por la liberación

31:20 ¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.
31:21 Tú los ocultas al amparo de tu rostro
de las intrigas de los hombres;
y los escondes en tu Tienda de campaña,
lejos de las lenguas pendencieras.
31:22 ¡Bendito sea el Señor!
Él me mostró las maravillas de su amor
en el momento del peligro.
31:23 En mi turbación llegué a decir:
"He sido arrojado de tu presencia".
Pero tú escuchaste la voz de mi súplica,
cuando yo te invocaba.
31:24 Amen al Señor, todos sus fieles,
porque él protege a los que son leales
y castiga con severidad a los soberbios.
31:25 Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor.

viernes, 16 de diciembre de 2011

¿DÓNDE VAS CARPINTERO?

¿DÓNDE VAS CARPINTERO? (VILLANCICO)
 
-¿Dónde vas carpintero
con la nevada?
-Voy al monte por leña
para dos tablas.

-¿Dónde vas carpintero
con esta helada?
-Voy al monte por leña,
mi Padre aguarda.

-¿Dónde vas con tu amor
Niño del Alba?
-Voy a salvar a todos
los que no me aman.

-¿Dónde vas carpintero
tan de mañana?
-Yo me marcho a la guerra
para pararla.


Gloria Fuertes

lunes, 12 de diciembre de 2011

Salmo 30

SALMO 30 (29)

Cambiaste mi luto en danzas

30:
1 Salmo Canto para la Dedicación del Templo. De David.
30:
2 Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste
y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí.
30:
3 Señor, Dios mío, clamé a ti y tú me sanaste.
30:
4 Tú, Señor, me levantaste del Abismo
y me hiciste revivir,
cuando estaba entre los que bajan al sepulcro.
30:
5 Canten al Señor, sus fieles;
den gracias a su santo Nombre,
30:
6 porque su enojo dura un instante,
y su bondad, toda la vida:
si por la noche se derraman lágrimas,
por la mañana renace la alegría.
30:
7 Yo pensaba muy confiado:
"Nada me hará vacilar".
30:
8 Pero eras tú, Señor, con tu gracia,
el que me afirmaba sobre fuertes montañas,
y apenas ocultaste tu rostro,
quedé conturbado.
30:
9 Entonces te invoqué, Señor,
e imploré tu bondad:
30:
10 "¿Qué se ganará con mi muerte
o con que yo baje al sepulcro?
¿Acaso el polvo te alabará
o proclamará tu fidelidad?
30:
11 Escucha, Señor, ten piedad de mí;
ven a ayudarme, Señor".
30:
12 Tú convertiste mi lamento en júbilo,
me quitaste el luto y me vestiste de fiesta,
30:
13 para que mi corazón te cante sin cesar.
¡Señor, Dios mío, te daré gracias eternamen
te!

viernes, 9 de diciembre de 2011

EL PASTORCICO

Un pastorcico solo está penando
Ajeno de placer y de contento
Y en su pastora puesto el pensamiento
Y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado
Que no le pena verse así afligido
Aunque en el corazón está herido
Mas llora por pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado
De su bella pastora con gran pena
Se deja maltratar en tierra ajena
El pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: "¡Ay desdichado
De aquel que de mi amor ha hecho ausencia
Y no quiere gozar la mi presencia
Y el pecho por su amor muy lastimado!"

Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado
Sobre un árbol do abrió sus brazos bellos
Y muerto se ha quedado asido de ellos
Del pecho del amor muy lastimado.


San Juan de la Cruz

lunes, 5 de diciembre de 2011

Salmo 29

SALMO 29 (28)

La voz del Señor

29:1 Salmo de David.
¡Aclamen al Señor, hijos de Dios,
aclamen la gloria y el poder del Señor!
29:2 ¡Aclamen la gloria del nombre del Señor,
adórenlo al manifestarse su santidad!
29:3 ¡La voz del Señor sobre las aguas!
El Dios de la gloria hace oír su trueno:
el Señor está sobre las aguas torrenciales.
29:4 ¡La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es majestuosa!
29:5 La voz del Señor parte los cedros,
el Señor parte los cedros del Líbano;
29:6 hace saltar al Líbano como a un novillo
y al Sirión como a un toro salvaje.
29:7 La voz del Señor lanza llamas de fuego;
29:8 la voz del Señor hace temblar el desierto,
el Señor hace temblar el desierto de Cades.
29:9 La voz del Señor retuerce las encinas,
el Señor arrasa las selvas.
En su Templo, todos dicen: "¡Gloria!"
29:10 El Señor tiene su trono
sobre las aguas celestiales,
el Señor se sienta en su trono de Rey eterno.
29:11 El Señor fortalece a su pueblo,
él bendice a su pueblo con la paz.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Coplas del alma a lo divino

Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

 Para que yo alcance diese
a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto,
que le di a la caza alcance.

 Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

 Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: ¡No habrá quien alcance!
y abatíme tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

 Por una extraña manera
mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
pues fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.




San Juan de la Cruz

lunes, 28 de noviembre de 2011

Salmo 28

SALMO 28 (27)

Señor, escucha mi voz suplicante

28:1 De David.
Yo te invoco, Señor;
tú eres mi Roca, no te quedes callado,
porque si no me respondes,
seré como los que bajan al sepulcro.
28:2 Oye la voz de mi plegaria,
cuando clamo hacia ti,
cuando elevo mis manos hacia tu Santuario.
28:3 No me arrastres con los malvados
ni con los que hacen el mal:
con los que hablan de paz a su prójimo,
mientras su corazón está lleno de maldad.
28:4 Trátalos conforme a sus acciones,
como corresponde a su mala conducta;
trátalos según la obra de sus manos,
págales su merecido.
28:5 Ellos no valoran lo que hace el Señor
ni la obra de sus manos:
por eso él los derribará
y no volverá a edificarlos.
28:6 Bendito sea el Señor,
porque oyó la voz de mi plegaria;
28:7 el Señor es mi fuerza y mi escudo,
mi corazón confía en él.
Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda:
por eso le daré gracias con mi canto.
28:8 El Señor es la fuerza de su pueblo,
el baluarte de salvación para su Ungido.
28:9 Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia;
apaciéntalos y sé su guía para siempre.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Coplas del alma que pena por ver a Dios

Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

 En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.

 Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo:
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.

 Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.

 El pez que del agua sale
aun de alivio no carece,
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo más muero?

 Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.

 Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.

 ¡Sácame de aquesta muerte
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.

 Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero? 


San Juan de la Cruz

lunes, 21 de noviembre de 2011

Salmo 27

SALMO 27 (26)

El Señor es mi luz y mi salvación

27:1 De David. 

Expresión de confianza en Dios

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?
27:2 Cuando se alzaron contra mí los malvados
para devorar mi carne,
fueron ellos, mis adversarios y enemigos,
los que tropezaron y cayeron.
27:3 Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.
27:4 Una sola cosa he pedido al Señor,
y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor
todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y contemplar su Templo.
27:5 Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña
en el momento del peligro;
me ocultará al amparo de su Carpa
y me afirmará sobre una roca.
27:6 Por eso tengo erguida mi cabeza
frente al enemigo que me hostiga;
ofreceré en su Carpa sacrificios jubilosos,
y cantaré himnos al Señor. 

Súplica en la persecución

27:7 ¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
27:8 Mi corazón sabe que dijiste:
"Busquen mi rostro".
Yo busco tu rostro, Señor,
27:9 no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda;
no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador.
27:10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
el Señor me recibirá.
27:11 Indícame, Señor, tu camino
y guíame por un sendero llano,
porque tengo muchos enemigos.
27:12 No me entregues a la furia de mis adversarios,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
hombres que respiran violencia.
27:13 Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
27:14 Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Sobre un éxtasis de harta contemplación

Entréme donde no supe: 
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

1. Yo no supe dónde estaba,

pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo. 

 De paz y de piedad

era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida, vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo. 

 Estaba tan embebido,

tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo.
toda ciencia trascendiendo. 

 El que allí llega de vero

de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece,
y Su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo. 

 Cuanto más alto se sube,

tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía:
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo. 

 Este saber no sabiendo

es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo. 

 Y es de tan alta excelencia

aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que la puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo. 
 Y, si lo queréis oír,

consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo. 



San Juan de la Cruz

lunes, 14 de noviembre de 2011

Salmo 26

SALMO 26 (25)

He procedido con rectitud

26:1 De David. 

Súplica inicial

Júzgame, Señor,
porque he procedido con integridad.
Yo he confiado en el Señor,
sin desviarme jamás.
26:2 Examíname, Señor, y pruébame,
sondea hasta lo más íntimo de mi ser;
26:3 porque tu amor está siempre ante mis ojos,
y yo camino en tu verdad. 

Afirmación de la propia inocencia

26:4 No me reúno con la gente falsa
ni me doy con los hipócritas;
26:5 odio la compañía de los malhechores
y no me uno a los malvados.
26:6 Por eso lavo mis manos en señal de inocencia
y doy vueltas alrededor de tu altar,
26:7 proclamando tu alabanza en alta voz
y narrando tus maravillas.
26:8 Yo amo la Casa donde habitas,
el lugar donde reside tu gloria. 

Reiteración de la súplica

26:9 No me incluyas entre los pecadores
ni entre los hombres sanguinarios:
26:10 ellos tienen las manos llenas de infamia,
y su derecha está repleta de sobornos.
26:11 Yo, en cambio, procedo íntegramente:
líbrame y concédeme tu gracia.
26:12 Mis pies están firmes sobre el camino llano,
y en la asamblea bendeciré al Señor.

viernes, 11 de noviembre de 2011

NOCHE OSCURA

En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,

a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


San Juan de la Cruz

lunes, 7 de noviembre de 2011

Salmo 25

SALMO 25 (24)
 
Muéstrame, Señor, tus caminos

25:1 De David. 

Invocación y profesión de confianza

A ti, Señor, elevo mi alma,
25:2 Dios mío, yo pongo en ti mi confianza;
¡que no tenga que avergonzarme
ni se rían de mí mis enemigos!
25:3 Ninguno de los que esperan en ti
tendrá que avergonzarse:
se avergonzarán los que traicionan en vano. 

Apelación a la bondad divina

25:4 Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
25:5 Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador,
y yo espero en ti todo el día.
25:6 Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
25:7 No recuerdes los pecados ni las rebeldías de mi juventud:
por tu bondad, Señor, acuérdate de mi según tu fidelidad.
25:8 El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados;
25:9 él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres.
25:10 Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad,
para los que observan los preceptos de su alianza.
25:11 ¡Por el honor de tu Nombre, Señor,
perdona mi culpa, aunque es muy grande!

Reflexión sobre el temor de Dios

25:12 ¿Hay alguien que teme al Señor?
Él le indicará el camino que debe elegir:
25:13 su alma descansará feliz
y su descendencia poseerá la tierra.
25:14 El Señor da su amistad a los que lo temen
y les hace conocer su alianza.
25:15 Mis ojos están siempre fijos en el Señor,
porque él sacará mis pies de la trampa. 

Insistencia en la súplica

25:16 Mírame, Señor, y ten piedad de mí,
porque estoy solo y afligido:
25:17 alivia las angustias de mi corazón,
y sácame de mis tribulaciones.
25:18 Mira mi aflicción y mis fatigas,
y perdona todos mis pecados.
25:19 Mira qué numerosos son mis enemigos
y qué violento es el odio que me tienen.
25:20 Defiende mi vida y líbrame:
que no me avergüence de haber confiado en ti;
25:21 la integridad y la rectitud me protegen,
porque yo espero en ti, Señor.
25:22 Salva, Dios mío, a Israel
de todas sus angustias.

viernes, 4 de noviembre de 2011

CANTICO ESPIRITUAL

  ¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

  Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero:
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

  Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Pregunta a las criaturas

¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.

Respuesta de las criaturas

  Mil gracias derramando
pasó por estos Sotos con presura,
e, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de su hermosura.

Esposa

  ¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero:
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.

  Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.

  Mas ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?

  ¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?

  Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.

  ¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!

  ¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!

Esposo

­Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.

Esposa

  Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,

  la noche sosegada
en par de los levantes del aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

  Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.

  A zaga de tu huella
las jóvenes discurren al camino,
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.

  En la interior bodega
de mi Amado bebí, y cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía;
y el ganado perdí que antes seguía.

  Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa;
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa:
allí le prometí de ser su Esposa.

  Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.

  Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido;
que, andando enamorada,
me hice perdidiza, y fui ganada.

  De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas
en tu amor florecidas
y en un cabello mío entretejidas.

  En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello,
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.

  Cuando tú me mirabas
su gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.

  No quieras despreciarme,
que, si color moreno en mi hallaste,
ya bien puedes mirarme
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mi dejaste.

  Cogednos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña.

  Detente, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el Amado entre las flores.

Esposo

  Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos deI Amado.

  Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada.
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.

  A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores,

  Por las amenas liras
y canto de serenas os conjuro
que cesen vuestras iras,
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más seguro.

Esposa

  Oh ninfas de Judea!,
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales

  Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas

Esposo

  La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado.

  En soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.

Esposa

  Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte ó al collado
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.

  Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos

  Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí, tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día:

  El aspirar del aire,
el canto de la dulce Filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena

  Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.


San Juan de la Cruz

lunes, 31 de octubre de 2011

Salmo 24

SALMO 24 (23)

El Señor es el rey de la gloria

24:1 Salmo de David. 

Canto inicial

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
24:2 porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano. 

Condiciones para un verdadero culto

24:3 ¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
24:4 El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos
ni jura falsamente:
24:5 él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su salvador.
24:6 Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.
Pausa

La entrada de Dios en su Santuario

24:7 ¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!
24:8 ¿Y quién es ese Rey de la gloria?
Es el Señor, el fuerte, el poderoso,
el Señor poderoso en los combates.
24:9 ¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!
24:10 ¿Y quién es ese Rey de la gloria?
El Rey de la gloria
es el Señor de los ejércitos. Pausa

viernes, 28 de octubre de 2011

Sabiduría Eterna

Sabiduría Eterna


Cuando ya se acercaba el día de su muerte –día por ti conocido, y que nosotros ignorábamos–, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos. Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres tú, cómo sería la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar. Y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.

Tales cosas decía yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras; sin embargo, tú sabes, Señor, que, cuando hablábamos aquel día de estas cosas –y mientras hablábamos íbamos encontrando despreciable este mundo con todos sus placeres–, ella dijo:

«Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida. Qué es lo que hago aquí y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?»

No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero, al cabo de cinco días o poco más, cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró, a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación:

«¿Dónde estaba?»

Después, viendo que estábamos aturdidos por la tristeza, nos dijo:

«Enterrad aquí a vuestra madre».

Yo callaba y contenía mis lágrimas. Mi hermano dijo algo referente a que él hubiera deseado que fuera enterrada en su patria y no en país lejano. Ella lo oyó y, con cara angustiada, lo reprendió con la mirada por pensar así, y, mirándome a mí, dijo:

«Mira lo que dice».

Luego, dirigiéndose a ambos, añadió:

«Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis».

Habiendo manifestado, con las palabras que pudo, este pensamiento suyo, guardó silencio, e iba luchando con la enfermedad que se agravaba.

Nueve días después, a la edad de cincuenta y seis años, cuando yo tenía treinta y tres, salió de este mundo aquella alma piadosa y bendita.


Confesiones
Libro 9,10,23-11,28
San Agustín de Hipona

lunes, 24 de octubre de 2011

Salmo 23

SALMO 23 (22)

El Señor es mi pastor

23:1 Salmo de David.
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
23:2 Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
23:3 y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
23:4 Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
23:5 Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
23:6 Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.

viernes, 21 de octubre de 2011

¡Oh eterna verdad...!

¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad!


Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad.

¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí».

Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de tí aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.


"Confesiones"
Libro 7, 10. 18, 27
San Agustín de Hipona

Martín Descalzo: "Los transplantes de órganos"

Entre los problemas morales que plantea la medicina hay uno que últimamente ha subido al primer plano de la atención pública: y es el transplante de órganos. La televisión y otros medios informativos han conseguido en los últimos meses crear una preocupación en la conciencia nacional por este problema: el de tantas y tantas personas que podrían vivir o vivir mejor si en España y otros países se hubiera creado una conciencia clara en este camino. Pero entre nosotros, asombrosamente, aún siguen siendo muy escasas las donaciones.

Y en este campo me parece que yo puedo aportar algo por mi experiencia propia. Espero que me permitáis hablaros con la más sencilla normalidad. Yo soy uno de los catorce mil enfermos de riñón en diálisis que esperan ilusionados la posibilidad de un trasplante.

La diálisis, (salvo excepciones de personas que lo llevan muy mal) no es el tormento chino que muchos se imaginan. La verdad es que con ella se puede vivir y vivir aceptablemente. Yo tengo que dar gracias a Dios que me está permitiendo seguir con todo mi trabajo normalmente.

Pero aunque resulta llevadero, la verdad es que la esclavitud de cinco horas atado a la máquina un día si y otro no, tampoco es precisamente una maravilla. Son muchos los enfermos de riñón que tienen que dejar sus trabajos, cuyas familias están destruidas o condicionadas por la atadura del enfermo.

Hoy la medicina ha realizado en este campo enormes progresos. El porcentaje de éxitos en los trasplantes, sobre todo en el campo del riñón, es altísimo. Y la mayor parte de esos catorce mil dializados podría conseguir regresar a una vida completa. Si hubiera una mayor conciencia nacional en este campo, sobre todo en un tiempo en el que, desgraciadamente, tanto abundan los accidentes de circulación.

Pero lo asombroso es comprobar que todavía son muchos los que tienen un obstáculo religioso en este tema. Yo recibo con frecuencia cartas de personas que me preguntan si eso es moralmente lícito. Gentes que dicen que, si los católicos creemos en la resurrección de la carne, ¿cómo podríamos donar una parte de nuestro cuerpo llamada a resucitar?

Naturalmente el dogma de la resurrección de la carne no hay que interpretarlo con ese literalismo. Y la Iglesia hace ya mucho tiempo ha expresado con claridad que no sólo no se opone a ese tipo de donaciones, sino que, al contrario, las bendice y promueve siempre que se cumplan algunas condiciones elementales; que las donaciones se hagan libremente; que no se comercialice con ellas; que en el trasplante del órgano de una persona muerta, se compruebe que está realmente muerta.

Cumplidas estas condiciones, la Iglesia no tiene nada que oponer. Los obispos españoles lo dijeron bien tajantemente en un documento colectivo: “Cumplidas esas condiciones, dicen, la fe no sólo tiene nada contra tal donación, sino que la Iglesia ve en ella una preciosa forma de imitar a Jesús, que dio la vida por los demás. Tal vez en ninguna otra acción se alcancen tales niveles de ejercicio de fraternidad. En ella nos acercamos al amor gratuito y eficaz que Dios siente hacia nosotros. Es un ejemplo vivo de solidaridad. Es la prueba de que el cuerpo de los hombres puede morir, pero que el amor que lo sostiene no muere jamás.”

Y frases muy parecidas dijo hace ya décadas Pío XII y ha repetido recientemente Juan Pablo II: "Miren ustedes por dónde la ciencia moderna ha permitido conquistar una nueva forma de caridad y de amor entre los hombres. Y los cristianos debemos ser los primeros en esa batalla de generosidad."


José Luis Martín Descalzo