lunes, 28 de abril de 2014

Cantar de los Cantares: Cap 1

El cantar de los Cantares es una pieza especial (muy especial) de la poesía universal... No más palabras... Su profundo significado nos impregna de sentido vital, y arrobamiento... disfrutadlo... :-)



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CAPÍTULO 1
 
Título

1:1 El Canto más hermoso, de Salomón. 

Preludio

La Amada
1:2 ¡Que me bese ardientemente con su boca!
Porque tus amores son más deliciosos que el vino;
1:3 sí, el aroma de tus perfumes es exquisito,
tu nombre es un perfume que se derrama:
por eso las jóvenes se enamoran de ti.
1:4 Llévame contigo: ¡corramos!
El rey me introdujo en sus habitaciones:
¡gocemos y alegrémonos contigo,
celebremos tus amores más que el vino!
¡Cuánta razón tienen para amarte! 

Primer canto 

La hermosura de la Amada

1:5 Soy morena, pero hermosa,
hijas de Jerusalén,
como los campamentos de Quedar,
como las carpas de Salmá.
1:6 No se fijen en mi tez morena:
he sido tostada por el sol.
Los hijos de mi madre se irritaron contra mí,
me pusieron a cuidar las viñas,
¡y a mi propia viña no la pude cuidar! 

Ansiosa interpelación al Amado ausente

1:7 Dime, amado de mi alma,
dónde llevas a pastar el rebaño,
dónde lo haces descansar al mediodía,
para que yo no ande vagando
junto a los rebaños de tus compañeros.
Respuesta de los pastores

Coro
1:8 Si tú no lo sabes,
¡la más bella de las mujeres!
sigue las huellas del rebaño
y lleva a pastar tus cabritos
junto a las cabañas de los pastores. 

Elogio de la Amada

El Amado
1:9 Yo te comparo, amada mía,
a una yegua uncida al carro del Faraón.
1:10 ¡Qué hermosas son tus mejillas entre los aros
y tu cuello entre los collares!
1:11 Te haremos pendientes de oro,
con incrustaciones de plata. 

Elogio del Amado

La Amada
1:12 Mientras el rey está en su diván,
mi nardo exhala su perfume.
1:13 Mi amado es para mí una bolsita de mirra
que descansa entre mis pechos.
1:14 Mi amado es para mí un racimo de alheña
en las viñas de Engadí. 

Expresiones de amor mutuo

El Amado
1:15 ¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!
¡Tus ojos son palomas!

La Amada
1:16 ¡Qué hermoso eres, amado mío,
eres realmente encantador!
¡Qué frondoso es nuestro lecho!
1:17 Las vigas de nuestra casa son los cedros
y nuestro artesonado, los cipreses.

lunes, 21 de abril de 2014

Salmo 150

SALMO 150

Todo viviente alabe al Señor

150:1 ¡Aleluya!
Alaben a Dios en su Santuario,
alábenlo en su poderoso firmamento;
150:2 Alábenlo por sus grandes proezas,
alábenlo por su inmensa grandeza.
150:3 Alábenlo con toques de trompeta,
alábenlo con el arpa y la cítara;
150:4 alábenlo con tambores y danzas,
alábenlo con laudes y flautas.
150:5 Alábenlo con platillos sonoros,
alábenlo con platillos vibrantes,
150:6 ¡Que todos los seres vivientes
alaben al Señor!
¡Aleluya!

lunes, 14 de abril de 2014

San Agustín: Comentarios al Salmo 149


Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. Se nos ha exhortado a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. Cantar es alegría y, si nos fijamos más detenidamente, cantar es expresión de amor. De modo que quien ha aprendido a amar la vida nueva, sabe cantar el cántico nuevo. De modo que el cántico nuevo nos hace pensar en lo que es la vida nueva. El hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo: todo pertenece al mismo y único reino. Por esto, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo y pertenecerá al Testamento nuevo. 

Todo hombre ama; nadie hay que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que ama. No se nos invita a no amar, sino a que elijamos lo que hemos de amar. ¿Pero, cómo vamos a elegir si no somos primero elegidos, y cómo vamos a amar si no nos aman primero? Oíd al apóstol Juan: Nosotros amamos a Dios, porque él nos amó primero. Trata de averiguar de dónde le viene al hombre poder amar a Dios y no encontrarás otra razón sino que es porque Dios le amó primero. Se entregó a sí mismo para que le amáramos, y con ello nos dio la posibilidad y el motivo de amarle. Escuchad al apóstol Pablo que nos habla con toda claridad, de la raíz de nuestro amor: El amor de Dios, dice, ha sido derramado en nuestros corazones. Y, ¿de quién proviene este amor? ¿De nosotros tal vez? Ciertamente no proviene de nosotros. Pues, ¿de quién? Del Espíritu Santo que se nos ha dado

Por tanto, teniendo una gran confianza, amemos a Dios en virtud del mismo don que Dios nos ha dado. Oíd a Juan que dice más claramente aún: Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. No basta con decir: el amor es de Dios. ¿Quién de vosotros sería capaz de decir: Dios es amor? Y lo dijo quien sabía lo que se traía entre manos. 

Dios se nos ofrece como objeto total y nos dice: «amadme, y me poseeréis; porque no os será posible amarme si antes no me poseéis». 

¡Oh, hermanos e hijos, vosotros que sois brotes de la Iglesia universal, semilla santa del reino eterno, los regenerados y nacidos en Cristo! Oídme: Cantad por mí al Señor un cántico nuevo. «Ya estamos cantando», decís. Cantáis, sí, cantáis. Ya os oigo. Pero procurad que vuestra vida no dé testimonio contra lo que vuestra lengua canta. 

Cantad con vuestra voz, cantad con vuestro corazón, cantad con vuestra boca, cantad con vuestras costumbres: Cantad al Señor un cántico nuevo. ¿Preguntáis qué es lo que vais a cantar de aquel a quien amáis? Porque sin duda queréis cantar en honor de aquel a quien amáis: preguntáis qué alabanzas vais a cantar de él. Ya lo habéis oído: Cantad al Señor un cántico nuevo. ¿Preguntáis qué alabanzas debéis cantar? Resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. La alabanza del canto reside en el mismo cantor. 


San Agustín de Hipona

Salmo 149

SALMO 149

El Señor se complace en su pueblo

149:1 ¡Aleluya!
Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
149:2 que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.
149:3 Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
149:4 porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes.
149:5 Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
149:6 Glorifiquen a Dios con sus gargantas
y empuñen la espada de dos filos:
149:7 para tomar venganza de los pueblos
y castigar a las naciones;
149:8 para atar con cadenas a sus reyes,
y con grillos de hierro a sus jefes.
149:9 Así se les aplicará la sentencia dictada:
esta es la victoria de todos tus fieles.
¡Aleluya!

lunes, 7 de abril de 2014

Salmo 148

SALMO 148

Alaben el nombre del Señor

148:1 ¡Aleluya!
Alaben al Señor desde el cielo,
alábenlo en las alturas;
148:2 alábenlo, todos sus ángeles,
alábenlo, todos sus ejércitos.
148:3 Alábenlo, sol y luna,
alábenlo, astros luminosos;
148:4 alábenlo, espacios celestiales
y aguas que están sobre el cielo.
148:5 Alaben el nombre del Señor,
porque él lo ordenó, y fueron creados;
148:6 él los afianzó para siempre,
estableciendo una ley que no pasará.
148:7 Alaben al Señor desde la tierra,
los cetáceos y los abismos del mar;
148:8 el rayo, el granizo, la nieve, la bruma,
y el viento huracanado
que obedece a sus órdenes.
148:9 Las montañas y todas las colinas,
los árboles frutales y todos los cedros;
148:10 las fieras y los animales domésticos,
los reptiles y los pájaros alados.
148:11 Los reyes de la tierra y todas las naciones,
los príncipes y los gobernantes de la tierra;
148:12 los ancianos, los jóvenes y los niños,
148:13 alaben el nombre del Señor.
Porque sólo su Nombre es sublime;
su majestad está sobre el cielo y la tierra,
148:14 y él exalta la fuerza de su pueblo.
¡A él, la alabanza de todos sus fieles,
y de Israel, el pueblo de sus amigos!
¡Aleluya!

San Agustín: Comentarios al Salmo 148

Toda nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella consistirá la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse idóneo de la vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. Ahora, alabamos a Dios, pero también le rogamos. Nuestra alabanza incluye la alegría, la oración, el gemido. Es que se nos ha prometido algo que todavía no poseemos, y, porque es veraz el que lo ha prometido, nos alegramos por la esperanza; mas, porque todavía no lo poseemos, gemimos por el deseo. Es cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza.

Por razón de estos dos tiempos –uno, el presente, que se desarrolla en medio de las pruebas y tribulaciones de esta vida, y el otro, el futuro, en el que gozaremos de la seguridad y alegría perpetuas–, se ha instituido la celebración de un doble tiempo, el de antes y el de después de Pascua. El que precede a la Pascua significa las tribulaciones que en esta vida pasamos; el que celebramos ahora, después de Pascua, significa la felicidad que luego poseeremos. Por tanto, antes de Pascua celebramos lo mismo que ahora vivimos; después de Pascua celebramos y significamos lo que aún no poseemos. Por esto, en aquel primer tiempo nos ejercitamos en ayunos y oraciones; en el segundo, el que ahora celebramos, descansamos de los ayunos y lo empleamos todo en la alabanza. Esto significa el Aleluya que cantamos.

En aquel que es nuestra cabeza, hallamos figurado y demostrado este doble tiempo. La pasión del Señor nos muestra la penuria de la vida presente, en la que tenemos que padecer la fatiga y la tribulación, y finalmente la muerte; en cambio, la resurrección y glorificación del Señor es una muestra de la vida que se nos dará.

Ahora, pues, hermanos, os exhortamos a la alabanza de Dios; y esta alabanza es la que nos expresamos mutuamente cuando decimos: Aleluya. «Alabad al Señor», nos decimos unos a otros; y así, todos hacen aquello a lo que se exhortan mutuamente. Pero procurad alabarlo con toda vuestra persona, esto es, no sólo vuestra lengua y vuestra voz deben alabar a Dios, sino también vuestro interior, vuestra vida, vuestras acciones.

En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de lo que a él le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden a tu corazón. Pues, del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos.


San Agustín de Hipona