viernes, 31 de agosto de 2012

Lo que Vos queráis, Señor

Lo que Vos queráis, Señor,
sea lo que Vos queráis.

Si queréis que, entre las rosas
ría hacia los manantiales
resplandores de vida,
que sea lo que Vos queráis.

Si queréis que entre los cardos
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
que sea lo que vos queráis.

Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme
gracias por todo y por nada,
sea lo que Vos queráis.

Lo que Vos queráis, Señor,
sea lo que Vos queráis.



Juan Ramón Jiménez

lunes, 27 de agosto de 2012

Salmo 63

SALMO 63 (62)

¡Oh Dios, estoy sediento de ti!

63:1 Salmo de David. Cuando estaba en el desierto de Judá.
63:2 Señor, tú eres mi Dios,
yo te busco ardientemente;
mi alma tiene sed de ti,
por ti suspira mi carne
como tierra sedienta, reseca y sin agua.
63:3 Sí, yo te contemplé en el Santuario
para ver tu poder y tu gloria.
63:4 Porque tu amor vale más que la vida,
mis labios te alabarán.
63:5 Así te bendeciré mientras viva
y alzaré mis manos en tu Nombre.
63:6 Mi alma quedará saciada
como con un manjar delicioso,
y mi boca te alabará
con júbilo en los labios.
63:7 Mientras me acuerdo de ti en mi lecho
y en las horas de la noche medito en ti,
63:8 veo que has sido mi ayuda
y soy feliz a la sombra de tus alas.
63:9 Mi alma está unida a ti,
tu mano me sostiene.
63:10 Que caigan en lo más profundo de la tierra
los que buscan mi perdición;
63:11 que sean pasados al filo de la espada
y arrojados como presa a los chacales.
63:12 Pero el rey se alegrará en el Señor;
y los que juran por él se gloriarán,
cuando se haga callar a los traidores.

viernes, 24 de agosto de 2012

Que califica de amorosas acciones todas las de Cristo para con las almas

Amante dulce del alma,
Bien soberano a que aspiro;
tú que sabes las ofensas
castigar a beneficios;

Divino Imán en que adoro:
hoy, que tan propicio os miro,
que me animáis a la osadía
de poder llamaros mío;

hoy que en unión amorosa
pareció a vuestro cariño,
que si no estabais en mí,
era poca estar conmigo;

hoy, que para examinar
el afecto con que os sirvo,
al corazón en persona
habéis entrado Vos mismo,

pregunto: ¿Es amor o celos
tan cuidadoso escrutinio?
Que quien lo registra todo,
da de sospechar indicios.

¡Mas ay, bárbara ignorante,
y qué de errores he dicho,
como si el estorbo humano
obstara al Lince Divino!

Para ver los corazones,
no es menester asistirlos;
que para Vos, son patentes
las entrañas del Abismo.

Con una intuición, presente
tenéis, en vuestro registro,
el infinito pasado
hasta el presente finito.

Luego no necesitabais
para ver el pecho mío,
si lo estabais mirando sabio,
entrar a mirarlo fino.

Luego es amor, no celos,
lo que en Vos miro.



Sor Juana Inés de la Cruz

lunes, 20 de agosto de 2012

Salmo 62

SALMO 62 (61)

Sólo Dios es mi roca y mi salvación

62:1 Del maestro de coro. Al estilo de Iedutún. Salmo de David. 

Seguridad del que confía en el Señor

62:2 Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la salvación.
62:3 Sólo él es mi Roca salvadora,
él es mi baluarte: nunca vacilaré.
62:4 ¿Hasta cuándo se ensañarán con un hombre
para derribarlo entre todos,
como si fuera un muro inclinado
o un cerco que está por derrumbarse?
62:5 Sólo piensan en menoscabar mi dignidad
y se complacen en la mentira;
bendicen con la boca
y maldicen con el corazón. Pausa
62:6 Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la esperanza.
62:7 Sólo él es mi Roca salvadora,
él es mi baluarte: nunca vacilaré.
62:8 Mi salvación y mi gloria
están en Dios:
él es mi Roca firme,
en Dios está mi refugio. 

Exhortación a la confianza en Dios

62:9 Confíen en Dios constantemente,
ustedes, que son su pueblo;
desahoguen en él su corazón,
porque Dios es nuestro refugio. Pausa
62:10 Los hombres no son más que un soplo,
los poderosos son sólo una ficción:
puestos todos juntos en una balanza,
pesarían menos que el viento.
62:11 No se fíen de la violencia,
ni se ilusionen con lo robado;
aunque se acrecienten las riquezas,
no pongan el corazón en ellas.
62:12 Dios ha dicho una cosa,
dos cosas yo escuché:
que el poder pertenece a Dios,
62:13 y a ti, Señor, la misericordia.
Porque tú retribuyes a cada uno
según sus acciones. 

viernes, 17 de agosto de 2012

Nacimiento de Cristo, en que se discurrió la abeja

De la más fragante Rosa
nació la Abeja más bella,
a quien el limpio rocío
dio purísima materia.

Nace, pues, y apenas nace,
cuando en la misma moneda,
lo que en perlas recibió,
empieza a pagar en perlas.

Que llore el Alba, no es mucho,
que es costumbre en su belleza;
mas quién hay que no se admire
de que el Sol lágrimas vierta?

Si es por fecundar la Rosa,
es ociosa diligencia,
pues no es menester rocío
después de nacer la Abeja;

y más, cuando en la clausura
de su virginal pureza,
ni antecedente haber pudo
ni puede haber quien suceda.

Pues a ¿qué fin es el llanto
que dulcemente le riega?
Quien no puede dar más Fruto,
¿qué importa que estéril sea?

Mas ¡ay! que la Abeja tiene
tan íntima dependencia
siempre con la Rosa, que
depende su vida de ella;

pues dándole el néctar puro
que sus fragancias engendran,
no sólo antes la concibe,
pero después la alimenta.

Hijo y madre, en tan divinas
peregrinas competencias,
ninguno queda deudor
y ambos obligados quedan.

La Abeja paga el rocío
de que la Rosa la engendra,
y ella vuelve a retornarle
con lo mismo que la alienta.

Ayudando el uno al otro
con mutua correspondencia,
la Abeja a la Flor fecunda,
y ella a la Abeja sustenta.

Pues si por eso es el llanto,
llore Jesús, norabuena,
que lo que expende en rocío
cobrará después en néctar.



Sor Juana Inés de la Cruz

lunes, 13 de agosto de 2012

Salmo 61

SALMO 61 (60)

Tú, ¡oh Dios!, eres mi refugio

61:1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. De David.
61:2 ¡Dios mío, escucha mi clamor,
atiende a mi plegaria!
61:3 Yo te invoco desde los confines de la tierra,
mientras mi corazón desfallece.
Condúceme a una roca inaccesible,
61:4 porque tú eres para mí un refugio
y una fortaleza frente al enemigo.
61:5 ¡Que yo sea siempre un huésped en tu Carpa
y pueda refugiarme al amparo de tus alas!
61:6 Porque tú, Dios mío, tienes en cuenta mis votos
y me das la herencia de los que temen tu Nombre.
61:7 Añade días a los días del rey:
que duren sus años por muchas generaciones;
61:8 que reine para siempre en la presencia del Señor,
que la Gracia y la Fidelidad lo protejan.
61:9 Así cantaré a tu Nombre eternamente
y días tras día cumpliré mis votos.

San Agustín: Comentarios al Salmo 61 (60)

Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. ¿Quién es el que habla? Parece que sea uno solo. Pero veamos si es uno solo: Te invoco desde los confines de la tierra con el corazón abatido. Por lo tanto, se invoca desde los confines de la tierra, no es uno solo; y, sin embargo, es uno solo, porque Cristo es uno solo, y todos nosotros somos sus miembros. ¿Y quién es ese único hombre que clama desde los confines de la tierra? Los que invocan desde los confines de la tierra son los llamados a aquella herencia, a propósito de la cual se dijo al mismo Hijo: Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra. De manera que quien clama desde los confines de la tierra es el cuerpo de Cristo, la heredad de Cristo, la única Iglesia de Cristo, esta unidad que formamos todos nosotros.

Y ¿qué es lo que pide? Lo que he dicho antes: Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde los confines de la tierra. O sea: «Esto que pido, lo pido desde los confines de la tierra», es decir, desde todas partes.

Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía el corazón abatido. Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los pueblos y en los hombres del orbe entero no con gran gloria, sino con graves tentaciones.

Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones.

Éste que invoca desde los confines de la tierra está angustiado, pero no se encuentra abandonado. Porque a nosotros mismos, esto es, su cuerpo, quiso prefigurarnos también en aquel cuerpo suyo en el que ya murió, resucitó y ascendió al cielo, a fin de que sus miembros no desesperen de llegar adonde su cabeza los precedió.

De forma que nos incluyó en sí mismo cuando quiso verse tentado por Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor, se dejó tentar por el diablo. ¡Nada menos que Cristo tentado por el diablo! Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne, y de Él procedía para ti la salvación; de ti procedía la muerte para Él, y de Él para ti la vida; de ti para Él los ultrajes, y de Él para ti los honores; en definitiva, de ti para Él la tentación, y de Él para ti la victoria.

Si hemos sido tentados en Él, también en Él vencemos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en Él, y reconócete vencedor en Él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado.


San Agustín de Hipona

viernes, 10 de agosto de 2012

En que da moral censura a una rosa, y en ella a sus semejantes





Rosa divina que en gentil cultura
eres con tu fragante sutileza
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura;

amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura:

¡cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas;
y luego, desmaya y encogida,

de tu caduco ser das mustias señas!
Con que, con docta muerte y necia vida,
¡viviendo engañas y muriendo enseñas!







Sor Juana Inés de la Cruz

lunes, 6 de agosto de 2012

Salmo 60

SALMO 60 (59)

Con Dios haremos proezas

60:1 Del maestro de coro. Según la melodía de "El lirio del testimonio". Mictán de David. Para enseñar.
60:2 Cuando luchó contra Arám Naharaim y contra Arám de Sobá, y Joab volvió para derrotar a Edóm, en el valle de la Sal, dando muerte a doce mil hombres. 

Queja por la ruina de la nación
(Salmo 57, 1-6) / (Salmo 108, 1-6)
 
60:3 ¡Tú nos has rechazado, Señor, nos has deshecho!
Estabas irritado: ¡vuélvete a nosotros!
60:4 Hiciste temblar la tierra, la agrietaste:
repara sus grietas, porque se desmorona.
60:5 Impusiste a tu pueblo una dura prueba,
nos hiciste beber un vino embriagador.
60:6 Diste a tus fieles la señal de retirada,
para que huyeran de los arqueros. Pausa
60:7 ¡Sálvanos con tu poder, respóndenos,
para que se pongan a salvo tus predilectos! 

Promesa de victoria

60:8 El Señor habló desde su Santuario:
"Yo repartiré triunfalmente a Siquém
y distribuiré el valle de Sucot.
60:9 Mío es Galaad, Manasés me pertenece;
Efraím es mi yelmo, mi cetro es Judá,
60:10 Moab es la vasija donde yo me lavo;
plantaré mis sandalias en Edóm
y cantaré victoria sobre Filistea".
60:11 ¿Quién me llevará hasta la ciudad fortificada,
quién me conducirá hasta Edóm,
60:12 si tú, Señor, nos has rechazado
y ya no sales con nuestro ejército?
60:13 Danos tu ayuda contra el adversario,
porque es inútil el auxilio de los hombres.
60:14 Con Dios alcanzaremos la victoria
y él aplastará a nuestros enemigos.

viernes, 3 de agosto de 2012

Que expresa los efectos del amor divino

Mientras la gracia me exita
por elevarme a la esfera,
más me abate a lo profundo
el peso de mis miserias.

La virtud y la costumbre
en el corazón pelean
y el corazón agoniza
en tanto que lidian ellas.

Y aunque es la virtud tan fuerte,
temo que tal vez la venzan,
que es muy grande la costumbre
y está la virtud muy tierna.

Oscurécese el discurso
entre confusas tinieblas;
¿pues quién podrá darme luz,
si está la razón a ciegas?

De mi mesma soy verdugo
y soy cárcel de mí mesma:
¿quién vio que pena y penante
una propia cosa sean?

Hago disgusto a lo mismo
que más agradar quisiera;
y el disgusto que doy
en mí resulta la pena.

Amo a Dios y siento en Dios;
y hace mi voluntad mesma
de lo que es alivio, cruz,
del mismo puerto, tormenta.

Padezca, pues Dios lo manda;
mas de tal manera sea,
que si son penas las culpas
que no sean culpas las penas.



Sor Juana Inés de la Cruz