El templo que Salomón edificó
para el Señor era tipo y figura de la futura Iglesia, que es el cuerpo
del Señor, tal como dice en el Evangelio: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Del
mismo modo que Salomón edificó aquel templo, se edificó también un
templo el verdadero Salomón, nuestro Señor Jesucristo, el verdadero
pacífico. Porque hay que saber que el nombre de Salomón significa
«Pacífico», y el verdadero pacífico es Jesucristo, de quien dice el
Apóstol: Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa. Él
es el verdadero pacífico que unió en su persona, constituyéndose en
piedra angular, los dos muros que provenían de partes opuestas, a saber,
el pueblo de los creyentes que provenían de la circuncisión, y el
pueblo de los creyentes que provenían de la gentilidad incircuncisa; de
ambos pueblos hizo una sola Iglesia, de la que es piedra angular, y por
esto es el verdadero pacífico.
Cristo
es el verdadero Salomón, y aquel otro Salomón, hijo de David,
engendrado de Betsabé, rey de Israel, era figura de este Rey pacífico.
Por esto, el salmo, para que pienses más bien en el nuevo Salomón, que
es quien edificó la verdadera casa de Dios, empieza con estas palabras:
Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. El
Señor es, por tanto, quien construye la casa, es el Señor Jesucristo
quien construye su propia casa. Muchos son los que trabajan en la
construcción, pero, si él no construye, en vano se cansan los albañiles.
¿Quiénes
son los que trabajan en esta construcción? Todos los que predican la
palabra de Dios en la Iglesia, los dispensadores de los misterios de
Dios. Todos nos esforzamos, todos trabajamos, todos construimos ahora; y
también antes de nosotros se esforzaron, trabajaron, construyeron
otros; pero, si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Por esto, los apóstoles, y más en concreto Pablo, al ver que algunos se desmoronaban, dice: Respetáis ciertos días, meses, estaciones y años; me hacéis temer que mis fatigas por vosotros hayan sido inútiles. Como
sabía que él mismo era edificado interiormente por el Señor, por esto
se lamentaba por aquéllos, por el temor de haber trabajado en ellos
inútilmente. Nosotros, por tanto, os hablamos desde el exterior, pero es
él quien edifica desde dentro. Nosotros podemos saber cómo escucháis,
pero cómo pensáis sólo puede saberlo aquel que ve vuestros pensamientos.
Es él quien edifica, quien amonesta, quien amedrenta, quien abre el
entendimiento, quien os conduce a la fe; aunque nosotros cooperamos
también con nuestro esfuerzo.
San Agustín de Hipona