¡Oh Señor!, Dios de los ejércitos,
eterno Padre, eterno Rey,
por este
mundo que creaste
con la virtud de tu poder;
porque dijiste: la luz
sea,
y a tu palabra la luz fue;
porque coexistes con el Verbo,
porque
contigo el Verbo es
desde los siglos de los siglos
y sin mañana y sin
ayer,
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
et lux perpetua luceat
eis!
Oh Jesucristo, por el frío
de tu pesebre de Belem,
por tus angustias en
el Huerto,
por el vinagre y por la hiel,
por las espinas y las
varas
con que tus carnes desgarré,
y por la cruz en que borraste
todas
las culpas de Israel;
Hijo del Hombre, desolado,
trágico Dios, tremendo
Juez:
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
et lux perpetua luceat
eis!
Divino Espíritu, Paráclito,
aspiración del gran Iavéh,
que unes al
Padre con el Hijo,
y siendo El Uno sois los Tres;
por la paloma de alas
níveas,
por la inviolada doncellez
de aquella Virgen que en su
vientre
llevó al Mesías Emmanuel;
por las ardientes lenguas rojas
con
que inspiraste ciencia y fe
a los discípulos amados
de Jesucristo, nuestro
bien:
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
et lux perpetua luceat
eis!
Amado Nervo
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