Este conocidísimo soneto es atribuido principalmente a San Juan de Ávila o a Fray Miguel de Guevara... Pero ha quedado tan anónimo en su populalidad como bellísmo en su eternidad:
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No me mueve, mi Dios, para quererte,
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor: muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme en fin tu amor, de tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera,
porque aunque lo que espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
porque aunque lo que espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
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